Ahora vivo en Elche, con mi pareja y dos hijos maravillosos. Nací en Elda, un pueblo rodeado de montañas al que están vinculados los recuerdos de mi infancia y adolescencia. Temprano me di cuenta que la vida posee un amplio abanico de colores, miles de matices, desde el blanco puro hasta el negro más profundo ¿De qué color es la alegría, la paz o el silencio? ¿De qué color es el deseo, la ternura o la esperanza? ¿Cómo consigue el tiempo esculpir con tanta precisión las huellas en un rostro, o salpicar con tan infinitos matices de texturas y colores un trozo de roca o el manto de musgo que envuelve un tronco centenario?
Cuando era niña pintaba al salir del cole, en libretas, y dibujaba en la pizarra de juguete instalada en el taller de calzado de mis padres, junto a la máquina de aparar de mi madre. Después crecí y decidí que sería pintora, que estudiaría Bellas Artes y que mi quehacer diario sería dar forma y color a las ideas… A lo largo de mi vida profesional y casi siempre compaginando la pintura con otras actividades, he hecho exposiciones , ilustrado libros, diseñado carteles… en fin, actividades varias vinculadas a la creación plástica.
Ahora tengo mi propio taller, en el que también doy clases e intento alimentar o despertar en niños, jóvenes y adultos la creatividad y la pasión por el mundo del arte. Me encanta la frescura de los dibujos infantiles y las huellas que el tiempo deja en las piedras, las paredes, los troncos, en la piel… Me gusta combinar técnicas, usar materiales distintos para conseguir calidades pictóricas diferentes. Pienso que, a veces, el arte pierde su esencia si se intenta desmenuzar. Creo que nuestro maltratado y disparatado mundo es arte puro, escondido en cada soplo de vida, en el día a día, en el aire, en la tierra y en el mar… Solo tenemos que abrir los ojos y la mente… y sentir.